martes






Esa entraña que cuelga de mi cuerpo ahora, son sólo los vestigios que quedan del ayer. Quebrar el sentido de las cosas y hacerlas oír.
Esas manos cobardes que no han podido sacarlos de la memoria de la gente, son las que hoy nos permite que podamos levantarlos, con más fuerzas que ayer. Con la esperanza del mañana.
Un trabajo colectivo en donde los más débiles somos más fuertes, y lanzamos nuestro grito al unísono, y lloramos y nos emocionamos. Es un momento solo, donde las miradas se encuentran, y guardan ese temor a preguntar.
En nuestro ser, en el rincón más escondido de nuestro ser, coexisten diferentes formas de sentir las cosas. Eso hace que el humano sea hermoso por sí sólo. Una bestia perfecta ( y tan imperfecta a la vez) que hace una combinación exacta de lo peor y lo mejor de la moral que asota a este mundo.
En nuestra memoria nadie puede matarlos, En nuestra historia, son La historia que hay que contar, que hay que gritar, que hay que madurar, y trabajar.
Días y noches contados, para cada uno que se atreva a querer romper con el cerco hegemónico imperante.
Las amenazas, ya no sirven. Yo tengo mi voz, y mientras tenga la misma, y tenga aunque sea un sentido, voy a sentir esas injusticias, aunque el día de mañana, pueda volar a la estratosfera en dos segundos.
Nadie puede matarlos en nuestra cabeza, en nuestra memoria...

Presentes, Ahora y Siempre...

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